martes, 5 de abril de 2011

libro en conSTRUCCIón

El lunes 18 de diciembre del año 2006 el ingeniero me pasó a buscar por la puerta de casa a las 8 y cuarto de la mañana.

Nunca me había subido a una camioneta tan impresionante. Era un modelo nuevo de Dodge de doble cabina. En el asiento de adelante estaba sentado un tipo morochón, gordo, y al parecer petiso, atrás estaba otro que parecía más alto, un poco menos gordo e igual de morocho, subí junto a él. El ingeniero era el que manejaba, de aspecto era un tano con todas la letras, narigón, morocho y medio getón aunque bastante reservado. Hacía 4 años que no trabajaba en algo convencional y hacía 17 que no tenía un jefe, por lo que me senté humildemente hundido en el asiento esperando lo que sea. No tenía la más puta idea del trabajo que debía realizar, simplemente me lo ofrecieron, y ante el abismo en el que me encontraba fue casi como que no tuve alternativa. El viaje duró unos 40 minutos, el chabón que iba adelante hablaba más y preguntaba sobre el lugar a donde iríamos, pero el ingeniero tampoco decía mucho, era más bien un viaje parco en donde todos parecíamos ser desconocidos, aunque con el correr de los kilómetros me dio cuenta que no era así. El tipo que iba de acompañante conocía al que iba a mi lado, pero hacía tiempo que no se veían, mientras que con el ingeniero tenía un trato fluido, era un hombre bastante charlatán. Si en ese viaje pronuncié más de 10 palabras creo que exagero, nadie me preguntaba nada y me quedé simplemente callado con cara de lunes a las 8 y cuarto empezando un laburo nuevo luego de 17 años de no empezar ningún laburo nuevo. Todo era nuevo para mí. Hasta ahora había logrado que mi vida funcione sin jefes ni horarios, era tan libre como un haitiano y hasta podía elegir a los gobernantes que decidirían mi destino, como un estadounidense. Y ahí estaba, libre y decidiendo mi destino, decidiendo ganar un sueldo en algo que no sabía qué era ni lo que tenía que hacer, simplemente estar en una camioneta del carajo con gente que no conocía yendo hacia Martínez, al parecer hacia una nueva obra de la cual no tenía la más puta idea de nada.

Resultó ser que el tipo que estaba al lado mío era el capataz, o a decir mejor, el encargado, ese que antes se llamaba capataz y ahora es otra cosa, y el otro era el plomero, o a decir mejor, instalador sanitario. Al llegar nos encontramos con una típica obra. Cartelones de publicidad de chapa que abarcaban todo el frente de como 20 metros de ancho, y por detrás, una losa pelada de cemento de 3 pisos, el ingeniero dio unos golpes a la chapa y nos abrió un tipejo de unos 40 o 50 años. Adentro había 3 muchachos tomando tereré. El ingeniero era el que decía lo que había que hacer, por lo que lo seguíamos como un grupo de adolescentes a un fan.

Parece que lo primero que había que hacer era ubicar a los tres tipos que esperaban realizar alguna tarea, andá a buscar las palas al baúl, me dijo, y deciles a los muchachos que limpien toda esa basura, comprales una escoba de barrendero, tomá.

y me dio 100 pesos.

Esa fue mi primera tarea. Tener un billete de 100 pesos en mis manos. Hacía tiempo que no disponía de tanto dinero. No sabía que hacer, por un lado tenía que decirles a los muchachos que limpien, y por otro, ir a comprar la escoba. Los tres tipos habían dejado de tomar tereré, pero seguían en la misma posición, ahora parados esperando la orden. Rito, el capataz o encargado también escuchó el mandato, y por suerte fue él el que les dijo:

Nambabiré cöp"a ibty po irá. Luego me miró y dijo a todos: El muchacho va a traer la pala.

No supe que carajo le dijo, pero por suerte me hizo recordar la otra acción que me había dado el ingeniero. Traer las palas. Para eso tenía las llaves de la camioneta. Fui a por las palas y se las di a los muchachos. Luego me dediqué a lo mío. La compra del escobillón. Salí directo al negocio de Carlitos, conseguir una escoba de barrendero no era una tarea fácil, ni el negocio de la esquina ni la ferretería tenían, por lo que recordé mis tiempos de distribuidor de artículos de limpieza por la zona y fui directamente al negocio adecuado. Debenedeti y Maipú, realicé bastante rápido el trámite, que incluyó breve conversa con el Ruso sobre mi nueva etapa laboral que estaba empezando ese día, y volví orgulloso con el artilugio, una pieza de 23 pesos, y una factura “A” con el CUIT incluido, sentía una realización digna de mi primer tarea.

Una mierda. Eso era lo mínimo. Los cuarenta minutos que me había insumido la tarea de comprar un escobillón significaban un costo enorme...

pero estaba aprendiendo y ahí estaba el quid de la cuestión.

Nada sabía de nada.

¿Qué es la construcción?

La construcción es uno de los rubros de la economía que mueve, esto es: el país va bien y se construye. Desde casas hasta oficinas, departamentos, refacciones, torres, la construcción mueve, obreros, ingenieros, inversionistas, plomeros, casas de sanitarios, fábricas de estufas, cuanto más se construye más gente labura, y más somos los que rapiñamos alguna migaja y el país va bien y nosotros mentimos que seguimos construyendo.

Pirámides de Egipto, Islas artificiales en Dubai, Rascacielos infinitos en Shangai, Eurotúneles, edificios de durlock en Villa Urquiza, construcción permanente de la mentira, sin parar, más y más plata, y más cambios de fachada, más edificios de oficinas, y ahí me estaba diciendo el ferretero que donde está ahora construida esa loza de hormigón antes había un caserón con una palmera enorme y una cúpula de vidrio impresionante. Hubo movilizaciones vecinales para detener la destrucción de ese patrimonio arquitectónico, pero nada habían podido hacer. Se metieron con topadoras, retroescavadoras, y a la mierda con todo, se llevaron puertas, ventanas y escaleras de mármol, pero la cúpula, a la mierda. Le dieron a los vitrales con mazazos y a otra cosa. Era muy costoso retirarlos sanos parece, y ahora estaba contento el ferretero que ya se había demolido todo, ahora le tocaba a vender a él, una obra en la zona era dinero fresco, me dijo que nos abría una cuenta, de toque.

Ese primer día de laburo me fui a mi ¿casa? a las dos de la tarde. Fui a seguir con lo que hasta hora consideraba lo mío: fabricar libros.

Mi casa era un infierno. Adelante había tres mujeres a las que les alquilaba diferentes cuartos y entre todos compartíamos un baño de 2x1, y la habitación de arriba se la alquilaba a otro tipo, con bañito y entrada aparte. De eso hasta ahora vivía, pero era poco. Aunque al principio éramos cuasi amigos y estaba todo bien, con el correr de los meses habían surgido más que diferencias y todos estábamos para la mierda, por lo que la convivencia se tornaba insoportable.

Yo disponía del sector posterior de la casa, con entrada independiente desde un pasillo externo que compartía con la pieza de arriba y la casa del fondo, en donde vivía mi hermana. Al entrar a mi sector había una pequeña antesala de unos 3 metros por 3, en lo que tenía instalado el taller, fotocopiadora, guillotina, y estanterías con resmas y libros a medio fabricar. Por detrás había cerrado una pared de durlock en lo que alguna vez fue una cocina grande, de 4 x 4, toda las paredes tenían azulejos, y si bien las había pintado, era medio difícil ponerle un poco de onda, por lo que mi cuarto estaba literalmente azulejado, y la única ventilación que tenía era una puerta que daba al taller. Tenía una buena claraboya por suerte, pero de que corra una gota de aire ni hablar. En la antesala o taller, tenía una cortina de esterilla que daba lugar al pasillo y luego al bañito. El pasillo, de no más de 60cm de ancho y 2 metros de largo, terminaba en una precaria puerta que conducía al hall, ahora cocina y luego al resto de las habitaciones, todo estaba de cierta manera conectado, sin llaves. Allí vivían Nilda, Mirna y Jéssica, Jéssica era un actriz paraguaya probando suerte en el circuito alternativo teatral de Buenos Aires y ocupaba una pieza, Nilda era diseñadora de modas y performer y ocupaba la segunda, ambas sin ventanas, que se comunicaban por las típicas puertas doble hoja de la antigua casa chorizo hacia la cocina improvisada, desde donde también se accedía a la habitación de Mirna que hacía Relaciones Públicas y fotoperiodismo y gozaba de la única pieza con ventana, al jardincito de adelante.

Raúl trabajaba conmigo en la fabricación de libros y literalmente se odiaba con Mirna. Había que hacer unas triquiñuelas enormes para no hacerlos coincidir en horarios, porque una simple cruzada en una salida de baño podía ser el puntapié inicial hacia una hecatombe verborrágica que en dos oportunidades había terminado en encontronazos físicos. Por lo tanto, hablaba con Jéssica y Nilda por un lado y con Raúl por otro y nos organizábamos los horarios respecto a las salidas de Mirna para que no se cruzaran, y más o menos la cosa funcionaba. Raúl venía al taller 3 veces por semana desde las 10am hasta las 4 de la tarde, horarios en los que Mirna, por su trabajo, permanecía fuera de la casa. Así es que ese lunes 18 de diciembre de 2006, en que terminé de trabajar a las dos de la tarde pude ver a Raúl después de una semana que no lo veía, pues cada vez estaba viviendo menos en mi casa.

Cuando llegué lo vi como loco. Respiraba profundamente y metía los libros en la guillotina y bajaba la palanca y cortaba, cuando realizaba cada corte metía manos, brazos y hasta algunas cabezas de la gente que odiaba e inyectando los ojos con sangre, bajaba la palanca de la desafilada cuchilla con demasiada fuerza, los bulones de la guillotina parecían resistir simplemente sus embates, casi se los veía pedir clemencia ante tanta violencia. Recién ahí giró su cara, traía una venda en la nariz y los alrededores de sus ojos estaban morados.

-Es una hija de puta, Pablo. Fueron sus primeras palabras.

-Pará Raúl, que pasó.

-No la soporto más, está todo el tiempo ahí provocándome, y yo no soy de fierro, Pablo, me estoy sacando, voy a cruzar la puerta y le voy a dar de piñas para que entienda que conmigo no se jode. Decía nervioso y con bronca levantando el tono de voz.

-¿Pero que te pasó en la cara? Pregunté.

-Eso es una larga historia, Pablo, ahora en un rato te la cuento, pero esto así ya no va más.

-Pará un cachito. Voy a saludar a mi hermana y vuelvo, quedate tranquilo.-

Crucé la puerta y seguí pasillo al fondo, golpié y entré, después de 10 o 15 minutos de conversa y algunos mates me excuso diciendo que quiero ir a ver que le pasa a Raúl, y cuando camino por el pasillo, escucho la voz de Mirna diciéndole en un tono entre burlón y violento:

-Cagón. Forro de mierda. Tengo la concha sucia y menstruada para que me la chupes, mariquita. Cagón chupa culos sucios.- esto lo decía desde dentro del baño, y Raúl hablaba en vos alta diciendo incoherencias con el claro objeto de tapar las palabras. Cuando entré yo Mirna se cayó la boca, luego escuché como se retiraba del baño y pasaba hacia el otro sector.

-¿Ves que no mentía? me dijo Raúl. Es insoportable. Yo no puedo trabajar con alguien que me diga todo esto...

Invité a Raúl al bar de la esquina con el único objeto de sacarlo de allí, era obvio que no podían convivir ni en las situaciones más organizadas, tarde o temprano los cuerpos se cruzan y por más que estiráramos el encuentro no había alternativa. Mirna y Raúl iban a juntarse, y lo mejor que podía hacer era separarlos.

Mientras íbamos hacia el bar me repetía una y otra vez de sus encuentros con Mirna y de lo mierda e hija de puta que era y luego, una vez sentados y entrados algunos tragos de birra fue contándome que el sábado, él estaba lo más tranquilo tomando una cerveza en la barra del conventillo de Teodoro, y que unos tipos lo empezaron a mirar mal y el simplemente preguntó:

-Que mírais! Tengo cara de mico o qué!? le salió así, medio en español, debido a la gran cantidad de tiempo que había pasado en aquel país, y después de eso no sé, fueron directamente las piñas, y a trompadas y empujones los hicieron salir de patitas a la calle, y los dejaron como a dos críos dispuestos a darse hasta cansarse y terminar en un acuerdo, pero no, las reglas ahora son otras, y en un minuto había seis tipos dándole patadas y piñas, y Raúl que responde, pero que no puede ante tantos, Pablo, tu no sabes lo que era eso, un infierno, salían pendejitos de todos lados y uno me dio en la cabeza con algo y entonces caí y perdí el conocimiento por un ratico y luego estaba ya tirado, con toda la nariz iena de sangre, y los hijoemilputas me habían robado la billetera, y no sabía como volver a casa, no me paraba ningún faquin taxi para llevarme hasta ningún fucking hospital Pablo, yo con toda el rostro y la chaqueta iena de sangre y nadie me paraba y me llevaba a un maldito hospital, tuve que pedirle ayuda a un puto rati, Pablo, no lo podía creer, me arruinaron la vida Pablo, han dejado una marca en mi rostro que quedará de por vida, me arruinaron, estoy destruido... y casi como que se ponía a llorar mientras me contaba, pero sus lágrimas no llegaban a manifestarse, las ahogaba adquiriendo bronca y profanando insultos, contra Mirna principalmente, y contra los pendejitos hijodemilputas, y contra este país de mierda ya que estaba. Dejé a Raúl ahí en el bar y regresé a mi hogar dulce hogar. Mirna por suerte se había ido. Estaban Nilda y Jéssica haciendo algo para comer. Si bien no eran amigas, después de un par de encontronazos habían logrado cierto grado de tolerancia, cuando estaban juntas permanecían mayormente en silencio o preguntando las mínimas cosas. Mientras ordenaba un poco el desastre que había dejado Raúl en el taller, escuché a través de la puertucha abierta que Nilda decía:

-Ahí escuché llegar a Pablo. ¿No estaría bueno decirle del enchufe?

Hacía como un mes que me venían diciendo que el enchufe de la heladera se había roto y como últimamente casi ni estaba en casa no les había dado ni cabida.

-Dale, decile, escucho que responde Jéssica

-Bueno, vestite

-Estoy vestida, que tiene?

-Bue..., si te parece le digo que pase

Luego Nilda se acerca al pasillo y me dice:

-Pablo, permiso.

Recién cuando pasa la saludo y me repite todo el rollo del enchufe que alguna vez me había dicho Mirna hace como un mes.

Me rompía soberanamente las pelotas que me vengan con esas pelotudeces. Desde el principio habíamos arreglado que ellas se iban a hacer cargo de los arreglos menores, pero esto ellas no lo consideraban menor entonces había quedado en el olvido y ahora no tenía escapatoria.

-Bueno, okay, termino y lo miro.

Cuando paso veo a Jéssica en la cocina con un vestidito diminuto del que se le escapaban todas las gomas. La saludo con un beso en la mejilla. Hacía un par de años habíamos tenido algunos encuentros sexuales y hasta en algún momento hasta fingimos noviar, pero no duró mucho la cosa, Jéssica realmente era una perra en celo y su trabajo de pseudo actriz la hacía coquetear con cuanto tipo se cruzaba, una vez, jugando, hasta habíamos hecho un pequeño reconto de nuestras parejas sexuales y su cuenta fue muy simple. 4 por mes en promedio desde los 20 años, en ese momento tenía 29 por lo que le daba que se había acostado con 324 hombres en su vida, hasta ella se sintió sorprendida, ni sentido tenía sumar sus tres noviecitos de Asunción antes de los 20. Y realmente era así, entre Mirna y Jéssica metían chongos en la casa a lo perro y la pobre Nilda, bastante más recatada, no porque ella quisiera sino porque era bastante desagradable y para nada gauchita, los veía pasar mientras se masturbaba en las penumbras de su cuarto.

En definitiva, a pesar de que nos habíamos acostado unas cuantas veces y había ido a ver sus actuaciones teatrales en donde no sólo aparecía en bolas sino que era masturbada en vivo por otra compañera que le introducía cuatro dedos en la concha, ahora estaba ahí con ese vestidito flojo que enseñaba todo y me producía cierto sentimiento entre incomodidad y calentura. Jessica era bajita y pulposa.

Fui directo al enchufe, una tapa de las viejas de dos patitas había hecho un corto, y se había calentado tanto que había derretido el agujero vivo, el que lleva la energía, por lo tanto era imposible que el macho penetre y haga contacto, no pude evitar el pensar en Nilda y hacerme un chiste interno.

No fue muy difícil cambiarlo y no podía entender cómo es que no lo habían hecho hasta ahora. Luego Jéssica me pidió por favor si no le podía arreglar una tapa floja de su habitación. Realmente no podía saber si así era la cosa o quería ahí nomás echarse un corto conmigo. Me hizo pasar a su cuarto y como el enchufe estaba detrás de la puerta no había opción que cerrarla desde adentro y nos quedamos solos, cuando se agachó para correr el cajón que hacía de mesita, me mostró sus dos rebozantes tetas con pezones incluidos.

-por favor Jessi, me matás, entendeme, no soy de fierro. Le dije

-ay, qué dices, si ya nos conocemos. Me respondió mientras se sonrojaba y empujaba con una mano la parte del pecho de su vestido, como intentando taparse.

Me limité a lo mío. Observé la tapita del enchufe y al intentar sacar la ficha macho se movía toda dejando una parte metálica al descubierto, eso era todo. Faltaba un tornillo que ridícula y casualmente permanecía parado sobre el zócalo. Ni destornillador hacía falta, ya que el tornillo tenía una cabecita de plástico cuadrada que podía trabajarse con los dedos. Decí que Jéssica estaba linda y me mostraba las tetas, porque sino estaba para mandarla a la puta que la parió.

Quizás si hubiésemos estado solos en la casa las cosas hubieran resultado de otra manera, quizás lo que quería hacer Jessi era darle celos a Nilda, porque la verdad es que se trataban como la mierda, todos quizáses que yo no tenía la más mínima intención de averiguar. Cojerme a cualquiera de estas 3 muchachas era simplemente para quilombo, por lo que un coqueteo tan obvio debía tener un oscuro objetivo que en mi mente de macho unidimensional era imposible de saber.

-Listo Jessi, era nada más que el tornillito. ¿Necesitás algo más?

-Qué querés que te diga, no me están yendo bien las cosas, me dijo en un tono tan suave y tan cerca de mí como para que Nilda no escuche.

-¿Qué me querés decir con eso? le dije girando mi cabeza y poniendo mi boca a tres centímetros de la de ella.

-Que me está faltando algo para cubrir la cuenta...

Ahí no más nos empezamos a trenzar en un rápido y furioso beso de lengua. No duró mucho, apenas lo suficiente como para ponerme a pensar

-Pará un poquito Jessi, separemos los tantos, le dije muy suavemente mientras la alejaba de mí a la vez que le masajeaba la teta. Dejámelo pensar, después nos vemos... tiré como manotón de ahogado aunque sea como para darme media hora más de reflexión.

Me acomodé la poronga con la mano porque estaba medio para abajo y me producía incomodidad sin importarme estar delante de Jessi, la miré pícaramente y volví hacia mi espacio a seguir ordenando el bardo que había dejado Raúl. Ella me devolvió la mirada.

Antes de irme a dormir descargué una buena cantidad de semen sobre el número 3 de la revista Barcelona.

No sé si me desperté por eso o es que ya estaba despierto cuando escuché en la lejanía, los pedos que se estaba tirando alguna de las integrantes de la casa en su garco matutino. Por lo pronto yo tenía unas terribles ganas de hacer pis y de solo pensar en acercarme al baño y verle la cara a la que se estaba tirando terribles pedos decidí mear en un cartucho de toner vacío. Me manché toda la poronga de negro al acercarla a los bordes, pero un carajo, por lo menos pude evitar el ir al baño y respirar ese aire que imagino, tendría una consistencia física. Lavé mis dientes en la canilla del pasillo y salí nuevamente para el trabajo, ahora sí, directamente a Martínez.

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